Las nubes persistentes, el fuerte viento y el llovizno intermitente no fueron capaces de frenar la festividad más esperada de la primavera. Sant Jordi llegó para quedarse en el centro en un día lleno de ilusiones. A primera hora de la mañana, las rosas ya lucían en todos los rincones de los comedores, las salas de estar y las habitaciones.
Los residentes esperaban, impacientes, las visitas de sus familiares que no se hicieron esperar. A lo largo del día, el centro se convirtió en una ida y vuelta de encuentros, charlas, paseos, rosas de aquí para allá, y muchas sonrisas. La guinda al pastel la puso el pastel de Sant Jordi que pudieron disfrutar durante el almuerzo y que endulzó, aún más, el día.
Una festividad de lo más esperada después de dos años de pandemia y restricciones. El día por excelencia del libro y las rosas recuperó la normalidad tan deseada por todos y, pese a la tormenta tardía, al final salió el sol.
